Lacan inventó el dispositivo del cartel para la formación analítica, como una alternativa a la organización verticalista de la IPA; es decir: el cartel no una masa sostenida en un líder, ni grupo de estudio o un mero trabajo grupal universitario. Los cuatro que constituyen un cartel se eligen con un proyecto común de trabajo y votan también por el más-uno, (que no necesariamente debe ser miembro de la Escuela, pero sí, alguno de los cinco debe serlo). Cada uno de los cuatro “cartelizantes” elige un rasgo particular, que se agrega a un tema común y título del cartel a declarar en la Escuela. La frecuencia de encuentros es variable y el tiempo máximo de duración es de dos años.
El cartel mantiene una estructura lógica, aparentemente simple, de un conjunto de cuatro elementos, más otro elemento que está afuera de la serie pero colectiviza al resto. En los cuantores de las fórmulas de la sexuación, el más-uno se correspondería con la excepción que se conjuga con el todo; forma que resume el régimen edípico y la metáfora paterna: “todos iguales, uno diferente”. Sin embargo, no es ésta la lógica del cartel; es preciso despejar la diferencia entre el mas-uno del cartel y el menos-uno como excepción: el más- uno no descompleta el conjunto, sino que se añade al cartel y también trabaja.
Los miembros del cartel no son homogéneos; admiten la metáfora del “enjambre”: cada uno es Uno, que como cualquier otro es Uno. La paradoja es que los Unos incomparables se pueden conjuntar por su misma diferencia: uno es incomparable y el otro es incomparable también; es decir: cada Uno es solo e incomparable, pero todos zumban como una abeja.
¿Es posible un conjunto de incomparables sin homogeneización? ¿Se puede hacer un cartel con los incomparables, mediante una operatoria del mas-uno?
La pregunta aplica a la Escuela de Lacan: ¿cómo hacer posible que cada uno sea Uno, y a la vez comparta la experiencia colectiva de anudarse a la causa analítica? El enigmático enunciado: “todo el mundo es loco” (elegido como tema del próximo congreso de la AMP) vuelve a la misma cuestión; ya que la locura de cada Uno no es la locura de todos. El
enunciado “todo el mundo es loco” no es equivalente a “todo el mundo es sano”; no todos tienen la misma locura.
¿Es posible una Escuela que no sea del todo y la excepción, sino un conjunto abierto, horizontal, con cada loco? En el cartel está la brújula: el arte del mas-uno radica en promover la lógica del no-todo, en un conjunto de locos incomparables, con efectos de formación.
El cartel constituye una disposición original de trabajo, que en medio de saberes, lecturas y escrituras, orienta al analista sin el aplastamiento superyoico de la teoría, para propiciar un gay saber, un saber alegre. Cuando el cartel funciona, da lugar a un goce que resuena en el cuerpo mediante el ejercicio del saber. Los libros que se usan, no brillan como valor de cambio; precisamente, porque tanto el saber alegre como el saber hacer y la práctica misma del psicoanálisis, están fuera del valor.
Juan Pablo Mollo
Obra: Vacíos habitados, de Juan Ignacio Valenzuela